Por José María Posse
Abogado, escritor, historiador
El 29 de julio de 1812, el general Manuel Belgrano desde el Cuartel General de Jujuy, dicta un bando que tendría consecuencias históricas de suma importancia para la marcha de la Revolución. Ordena al pueblo de la ciudad y a los hacendados a dejar tierra arrasada al paso del ejército realista que se acercaba desde el Alto Perú, para reconquistar estos territorios a nombre del repuesto Fernando VII.
Crónicas del Viejo Tucumán: Doña Tomasa, el ideal de una justicia distributivaEran palabras muy duras: quemar las cosechas, arrear todo el ganado posible, envenenar los pozos de agua y no dejar nada que pudiera aprovechar el enemigo para reabastecerse. La estrategia de “tierra arrasada” pretendía demorar a los realistas, comandados por el general Pío Tristán y Moscoso, y así dar tiempo al derrotado ejército criollo para retroceder hasta Córdoba, según la orden del poder central. La disposición finalmente recién pudo cumplirse el 23 de agosto, no sin que antes Belgrano amenazara con pasar por las armas a los que se negaran a cumplir sus disposiciones.
Batallas gloriosas
Luego vinieron el combate del río Las Piedras, que retempló los ánimos de los criollos pues demostró que los realistas, por más provistos de armamentos y comandados por oficiales veteranos, no eran invencibles.
Le siguieron las gloriosas batallas de Tucumán y Salta, luego de la cual, Belgrano volvió a tomar la por entonces desierta ciudad de Jujuy. Fue así que, los esforzados jujeños pudieron regresar triunfantes a su provincia y comenzar a soñar en reconstruir su vida y fortuna. Sus hombres, incluso muchachos jóvenes que habían sido parte de la caballería de los Decididos de Jujuy, habían demostrado un temple y una bravura rayana en la temeridad, lo que Belgrano quiso destacar.
Reconocimiento
Aprovechando los festejos del tercer aniversario de la Revolución de Mayo, y con motivo de los actos que había organizado el Cabildo, el general en solemne ceremonia entregó al pueblo de Jujuy un paño de raso blanco en cuyo centro hizo pintar las armas de la Soberana Asamblea del Año XIII. Al efecto Belgrano escribió: “acostumbrados estos pueblos a estandarte, deseó este Cabildo sacar una bandera, y le franqueé la del Ejército para la víspera y fiesta, y habiendo preparado una blanca en que mandé pintar las Armas de la Soberana Asamblea General Constituyente que usa en su sello; después de haberla hecho bendecir, concluido el Tedeum, se la entregué al expresado cuerpo para que la conservara con el honor y el valor que habían manifestado los dignos hijos de esta ciudad y su jurisdicción que habían servido en mi compañía en las acciones del 24 de septiembre y 20 de febrero último…”.
Como lo describe luego el teniente gobernador de Jujuy, Francisco Pico: “enarbolada ésta, estuvo a la expectación pública todo el día en la galería del Cabildo: vítores y aclamaciones solo han resonado en este pueblo, en vista de tan majestuoso respetable acto; la alegría y contento se veía renacer en los semblantes de estos beneméritos vecinos recordando en unión el memorable día de nuestra libertad política…”.
Los cabildantes jujeños también quisieron dejar constancia del hecho y en un acta del 29 de mayo de 1813, expresaron: “Los Señores de este Ilustre Cabildo, hallándose congregados a toque de campana en esta su Sala de sus Acuerdos, […] dijeron todos: que para perpetuar la plausible memoria a los buenos hijos de la Patria y ciudadanos de este pueblo se asiente en este Libro de Acuerdos una constancia de la generosidad con que los días 24 y 25 del corriente se digna el Señor General en Jefe del Ejército Auxiliador Don Manuel Belgrano ceder y poner en manos de este Ayuntamiento la Bandera Nacional (de nuestra Libertad Civil) con el importantísimo y laudable objeto de que se eternice tal digna memoria e igualmente sea reconocido tan digno Jefe por un héroe que le bendecirá la posteridad y dando por concluida esta constancia la firmamos por ante nos, a falta de Escribano”.
El gesto de Belgrano no se trató de un hecho ritual oportuno, sino que fue una verdadera expresión de soberanía, ya que la bandera blanca y celeste del Ejército y la recién creada bandera nacional de la Libertad Civil flamearon entonces juntas por primera vez, en medio de la algarabía del pueblo.
Para el Instituto Nacional Belgraniano: “La bandera de la Libertad Civil tiene la particularidad de incorporar una mascaypacha en la terminación del gorro del escudo, lo que puede interpretarse como un reconocimiento explícito al protagonismo de los pueblos indígenas en el proceso de formación de nuestra nación. Este término quechua era el símbolo de la soberanía de los incas, lo usaban sobre su frente, pendiendo de una vincha”.
En Tucumán
Luego vinieron las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma y los realistas volvieron a ingresar al actual territorio nacional. A sabiendas de que harían bramar el escarmiento sobre ellos, a principios de 1814, muchos jujeños, sobre todo los más comprometidos por la causa revolucionaria, volvieron a emigrar rumbo a Tucumán.
Se llevaron consigo todo lo de valor, incluso sus archivos públicos, las alhajas de sus templos y por supuesto, la bandera de la Libertad Civil, que quedó en manos del gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz según relató el fallecido historiador jujeño Manuel Armas, que agrega: “guerrero de la independencia que miraba con honda simpatía al pueblo de Jujuy a quien había ayudado con 200 cabezas de ganado de su propia hacienda y ayudó a cobijar a los jujeños en aquél recordado primer éxodo”.
En 1815, con los realistas puestos en jaque por las guerrillas gauchas jujeñas comandadas por el bravo Manuel Eduardo Arias, se pudieron restablecer las instituciones y el Cabildo jujeño le solicitó al gobernador Aráoz que le devolviera la bandera dada en guarda, lo que el tucumano cumplió enviando bajo custodia armada la enseña, recibiendo recibo de ella por parte de los cabildantes jujeños (Tomo I, Libro III, archivo de Jujuy). Por esas cosas del destino, la bandera de la Libertad Civil volvió a Tucumán, en el año 1906 para celebrar los 90 años de la independencia argentina. Una fotografía de época retrata a una delegación de jujeños, encabezada por el historiador Joaquín Carrillo (con sombrero en la mano), junto a la bandera, ya enmarcada, que se lució en el Salón de la Jura; lo único original que por entonces ya quedaba del histórico solar.
En Jujuy
La bandera venerada se conservó primero en el viejo Cabildo de la ciudad de Jujoy, luego pasó a la Catedral y de ahí a la primera Casa de Gobierno. Desde 1927, se preserva en el “Salón de la Bandera”, que se hizo construir especialmente como homenaje.
En su momento fue una suerte de “bandera viajera” ya que fue presentada en grandes celebraciones patrias realizadas en el Monumento a la Bandera en Rosario, en la Casa Histórica en Tucumán y en el Cabildo de Salta.
Finalmente, en 1920, se dictó una ley que prohibió sacarla de la provincia.
Detallado estudio
El vexilólogo Miguel Carrillo Bascary, luego de años de exhaustivos estudios concluyó que se trata de una “bandera nacional”, ya que ese carácter le dio el propio general Belgrano, que ostentaba entonces el cargo de capitán general, con facultades militares y políticas conferidas por el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Según este autor, también se trata de una “bandera del pueblo”, pues valora, jerarquiza y enaltece la acción invisible de miles de personas anónimas que posibilitaron grandes hechos de nuestra nacionalidad, con la sumatoria de sus esfuerzos y sacrificios. La vida de estos ignotos ciudadanos, jóvenes y viejos; pobres y ricos; cultos e iletrados; hombres y mujeres; posee un heroísmo comparable al desplegado en el campo de batalla por los combatientes, sin los ribetes espectaculares de las campañas militares, pero con similares merecimientos correspondientes al triunfo constante sobre las miserias de la condición humana. Estos lauros también se escriben tanto con la sangre de la vida oblada en el silencio de lo cotidiano, como con la vertida arma en mano. Este fue el merecimiento de los bravos jujeños de 1812 y 1813, en las gloriosas jornadas del Éxodo, Tucumán y Salta”.
El valor de esta insignia, además de todo lo señalado, radica en que es la única bandera material creada por el general Manuel Belgrano que ha llegado hasta nuestros días, documentalmente comprobada.
El término Libertad Civil alude al concepto de lo que hoy conocemos como estado de derecho, en el que el Gobierno debe ajustar su gestión al marco que fijan la Constitución y las leyes que de ella emanan, respetando plenamente los derechos humanos de los ciudadanos.
Por Ley 5.772 la Legislatura de la provincia de Jujuy reconoce como bandera oficial de la provincia a la bandera nacional de la Libertad Civil. En 2015, el Congreso Nacional aprobó la Ley 2.734 que reconoció a la bandera nacional de la Libertad Civil como símbolo patrio histórico de todos los argentinos. Por ello, además de ser un símbolo nacional, también representa a la provincia de Jujuy.
Protocolo
La bandera oficial de la Nación tiene preeminencia sobre cualquier otra que se utilice en el territorio argentino y en sus delegaciones diplomáticas. La Ley 27.134 estipula con claridad: “la Bandera Nacional de la Libertad Civil”, debe exhibirse en forma conjunta con la Bandera oficial de la Nación (artículo 4°), por lo tanto no corresponde su uso individual”.
Por su carácter nacional e histórico, la bandera nacional de la Libertad Civil de hecho es la segunda bandera nacional, por ello tiene primacía protocolar sobre las que corresponden a las provincias y a otros países.
Nuestra provincia fue de las primeras en cumplir con la normativa legal, a instancias de la entonces directora de Ceremonial y Protocolo de la Provincia, Patricia Ibazeta, quien la hizo colocar en la Casa de Gobierno y de allí la Legislatura tucumana y la mayoría de las municipalidades, la han adoptado.
Fuente documental: Instituto Nacional Belgraniano Doctor Miguel Carrillo Bascary.